lunes, 2 de octubre de 2017

Llegó la noche

Hace un tiempo que no me apetece escribir, los acontecimientos de los últimos días me han superado. Me mantienen en un estado de alerta. Tengo una mezcla de sentimientos que van de la indignación a la tristeza pasando por el miedo y la intranquilidad. Una vez más, la vida me ha atropellado como un mercancías a toda máquina.
La incomprensión por la actitud violenta y cruel del ser humano contra el ser humano nunca me abandona pero, a veces, consigue matar una parte de mi alma. Y lo triste es que esta pobre alma es atacada con intención de asesinar a cada minuto.
Ver constantemente el sufrimiento, el miedo, la desesperación en la cara de niños, adolescentes, ancianos me duele como una herida abierta que no se cura nunca.
De repente me he quedado seca, seca de ideas, de entusiasmo.
Me hago mayor y, cada vez con más frecuencia, miro a mi alrededor y veo un entorno hostil. Cada día me siento más débil, más indefensa, como si mi fuerza para luchar, se fuera agotando como la batería del móvil. Mis defensas se han derrumbado y me he quedado desnuda frente al mundo.
A veces estoy muy cansada y mi incomprensión ante la incomprensión de los demás se profundiza.
Quizá mi paso se ha vuelto lento comparado con la carrera del mundo. Quizá estoy perdiendo mi capacidad para adaptarme.
Solo se que, con frecuencia la gente se convierte en una gran masa amenazadora y yo, que antes tenía el coraje de enfrentarme a lo que fuera, ahora me dejo vencer por el temblor de mi cuerpo, por un terror irracional a que esa masa sin alma, sin conciencia, acabe devorandome.
Los episodios de violencia vividos ayer en mi ciudad han agudizado todos esos sentimientos que llevan ya tiempo desarrollándose, lenta pero inexorablemente en mi interior.
Hoy me he despertado con una sensación de estupor, inseguridad, pena y miedo por el futuro que no consigo controlar, que no consigo dominar.
Solo soy una mujer sola de 53 años que lleva luchando 53 años y que empieza ha estar agotada.
Pido y deseo la comprensión del mundo y, sobre todo la de mi entorno. Si me veis más lenta, más insegura, más asustadiza y menos beligerante, puede ser que ya, para mi, haya llegado la hora de descansar un poco.

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