martes, 12 de septiembre de 2017

Todo lo que cabe en los bolsillos

Los lectores empedernidos sabemos que efectos pueden tener en nosotros determinados libros.
Todos los textos, por triviales que parezcan, nos hacen reflexionar puesto que los autores ponen un mucho de si mismos en ellos. Inevitablemente nos comunican sus creencias, sus miedos, sus dudas...
Pero hay, en la vida del lector, alguno que se convierte en un terremoto para el alma.
Eso justo me ha pasado a mi con "Todo lo que cabe en los bolsillos". 

No diré que es la primera vez que me pasa porque, además de estar mintiendo, sería muy triste. Querría decir que lo que leo no me transmite y, por tanto, estaría perdiendo el tiempo.
Pero de entre todos los que me han hecho llorar, replantearme alguna de mis creencias o aprendizajes, pasarme noches en blanco pensando, hacerme sentir triste o alegre, ¡este ha conseguido aglutinarlo todo!.
Hay muchísima literatura alrededor del tema del Holocausto y este texto no aporta nada nuevo a lo que ya todos sabemos.
Pero el Gueto de Varsovia es otro asunto. Los libros de historia nos dan los datos, la fecha de creación, donde estaba ubicado y su extensión, la población total que lo ocupó durante el tiempo que estuvo en uso, la cantidad aproximada de las víctimas en ese periodo, la fecha en la que los nazis lo desmantelaron, las deportaciones y asesinatos durante el proceso de clausura, su destrucción.
Lo que no nos explican son las condiciones de vida en su interior.
Yo hacía un tiempo que había visto la película "El pianista" y por primera vez tuve una idea del infierno creado en la Tierra por estos expertos en tortura y exterminio.
Quien si no una mente así puede idear un plan en el que se encierra a miles de personas hacinadas en una pequeña extensión de terreno para que mueran de hambre, enfermedades, miseria, frío...
Bien pues, "Todo lo que cabe en los bolsillos" no aporta mucha más información.
Al contrario, quizá la manera de describir la vida cotidiana en el Gueto se hace de una manera más amable (dentro de lo poco posible que resulta).
Pero Mika, un adolescente que hereda el abrigo misterioso y las marionetas de su abuelo, sí que se convierte en algo muy especial.
Es como si viajáramos ocultos en uno de los misteriosos bolsillos de ese abrigo y pudiéramos ver la cara delgada y asustada de los niños del orfanato. O los ojos tristes y la aceptación de la muerte en las caras febriles de los pequeños enfermos del hospital.
Como para Mika, ellos se convierten en nuestra familia y nos sobrepasa el deseo de ver una sonrisa que ilumine esas infantiles caritas.
Como él, sentimos la incomprensión y el dolor que produce ver la crueldad del ser humano.
Y el titiritero se hace adulto bajo el peso de la responsabilidad y el dolor de la pérdida.
La pérdida de su familia, de los niños del orfanato, de los del hospital...
Pero los pequeños del orfanato se fueron, en fila india, en parejas agarrados de la mano, con sus mejores galas y cantando canciones.
No lloraron, no protestaron cuando los encerraron en los vagones de ganado del tren, no demostraron tener miedo.
Los pequeños enfermos de tuberculosis del hospital aceptaron su muerte con la resignación que los adultos jamás podríamos tener. De tres en tres en la misma cama. Sin medicamentos que aliviaran sus últimos días pero capaces, todavía, de esbozar una sonrisa con las marionetas de Mika.
"Todo lo que cabe en los bolsillos" es una historia de héroes. De pequeños y desconocidos héroes que nos hacen avergonzar y plantearnos nuestra actitud frente al mundo. Remueve nuestras almas y ya no somos los mismos cuando cerramos su última página.

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