martes, 16 de mayo de 2017

Jungla de asfalto



Creo que la capacidad para empatizar con los demás es una de las mejores virtudes que podemos poseer. La empatía no es una unidad, es un conjunto. El que es empático es a la vez generoso, solidario, educado, cercano, abierto, buen oyente y mejor consejero. Ósea, ¡un completo!.
Recuerdo a un compañero de trabajo que siempre decía: "El sentido común es el menos común de los sentidos". Con la empatía pasa lo mismo. Siendo uno de los mejores méritos que conozco es el menos habitual entre las personas.
Me convertiré por un rato en observadora de los ciudadanos que circulan por nuestras calles. Como un ermitaño que a estado alejado del mundo durante toda su vida. ¿Que veo?.
Gente que camina, aparentemente, con un destino. Son como un GPS humano, "a cien metros gire a la izquierda" ¡y giran!. Se lleven por delante perros, ancianos o niños. Y si tienes la desgracia de estar en medio del trayecto del mercancías...¡peor para ti! Batacazo y ni una mano que te ayude ni un "disculpe ¿se ha hecho daño?. Llevo prisa y ni miro. Lo siento muchísimo".
El bólido sigue su camino derecho a la meta, que parece que le regalaran un Mercedes si llega el primero. Y tu te quedas allí con cara de incredulidad mientras recibes la mirada de otros transeúntes que piensan "que malo es el alcohol".
Después tenemos a los que van mirando el móvil y para los que no existen las barreras arquitectónicas ni, por supuesto, las carreteras. Los conductores depresivos de lunes por la mañana, que tienen la mala suerte de toparse con uno de estos sonámbulos conectados en un paso de cebra o semáforo en rojo para los peatones solo tienen una opción... ¡¡Parar!! porque el no va a hacerlo. Que no es cuestión de matar a alguien a las siete de la mañana. ¡¡Ya es bastante con tener que ir a trabajar!!.
Si sigo mirando veo a los paseantes de perros. Tengo la sensación de que, últimamente, las aspiraciones del ciudadano medio han cambiado. En los años 60 todos querían poseer un 600. En los 80 un ordenador. En el S.XXI deseamos tener un perro.
Las parejas que llevan años esperando para adoptar un bebé que no pierdan el tiempo. Se compran un perrito de esos que se quedan pequeñitos para siempre y, voila, inmediatamente el canino pasa a ser su bebé y van por ahí diciéndole: "Hazle caso a mamá, sube a la acera que te va a atropellar un coche". "Mira,viene papá, dale un besito".
Estos papás improvisados de perritos/bebés también pueden satisfacer sus ansias consumistas porque hay todo un abanico de posibilidades, vestiditos, abriguitos y hasta zapatos y cochecitos. ¡Pobres animales! Y después está ese invento infernal.¡¡Las correas extensibles!! Esas correas con las que el perro camina y la cuerda se estira hasta el infinito. ¡¡Por Dios!! no juego a la comba desde que era pequeña y ya no tengo edad para ir saltando cuerdas por ahí.
Los niños corren como corsarios en un abordaje y atacan a las plantas y al mobiliario urbano como al enemigo a batir. Y tú serás un daño colateral porque los papás no llamarán la atención a sus retoños, no sea que les causen un daño psicológico que luego les cueste una pasta en terapeutas.
Con cara mucho más amable miro a las parejitas de enamorados. Hasta aquí el romanticismo. Seré pueril, no digo que no, pero los espectáculos eróticos no deberían darse en mitad de la calle. Veo más útil grabar un vídeo y colgarlo en Youtube. ¡¡Que hay mini corsarios corriendo por ahí que no deberían ver esas cosas!! Si no sus papás tendrán que gastar la pasta que no que querían, en psicólogos.
Respecto a las faunas urbanas, dan colorido y originalidad a las ciudades y lo que más me gusta es que no les preocupa la curiosidad que despiertan.
También tenemos a los que se montan el botellón y la discoteca en plena calle. Estoy de acuerdo en que hay que ponerlas al servicio del ciudadano y que los jóvenes tienen que divertirse y no tienen dinero y todo ese drama pero, ¿de lunes a viernes? ¡Que los que trabajamos tenemos la mala costumbre de dormir por las noches... o cuando se puede!.
De los turistas no hablaré. Soy de Barcelona y he dejado de ir al centro. Una vez le dije a un amigo de fuera que me preguntaba, que los barceloneses vivimos en el extrarradio. En el centro...¡que locura!.
No digo más no sea que la Colau se enfade conmigo.
Después de este pequeño recorrido por la vida diaria de una ciudad cualquiera, mi ermitaño ha decidido volver a su cueva en lo alto de la montaña. Es mucho más fácil vivir allí. Se que soy mordaz. Llevo mucho avisando de eso. Pero se que mi visión del mundo que nos rodea no dista mucho de la realidad.


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